Muchos operadores asumen que el oro siempre se mueve en sentido contrario a las acciones, especialmente al S&P 500. La idea parece sencilla: cuando las acciones caen, el oro debería brillar. Pero la historia del mercado muestra un panorama más complicado.
La correlación mide cómo se mueven dos activos en relación entre sí. Un número positivo significa que tienden a moverse en la misma dirección. Un número negativo significa que a menudo se mueven en direcciones opuestas. Cuando el número es cercano a cero, la relación es escasa o nula.
En el caso del oro y el S&P 500, la correlación a largo plazo es cercana a cero. Esto significa que no existe una regla estable según la cual uno suba cuando el otro baja. En ocasiones, el oro ha subido mientras que las acciones se han vendido. En otros periodos, ambos han subido juntos.
La razón es sencilla: la correlación cambia con las condiciones del mercado. Puede volverse negativa en periodos de crisis, cuando los inversores buscan seguridad en el oro. También puede volverse positiva cuando los bajos tipos de interés o la fuerte liquidez respaldan ambos activos.
Es habitual oír que el oro siempre sube cuando las acciones bajan. Se trata más de un dicho del mercado que de un hecho. A lo largo de décadas, los datos muestran que el oro y el S&P 500 no han mantenido una relación negativa constante.
El patrón inverso aparece principalmente en períodos de tensión. Durante las crisis, los inversores suelen vender acciones y recurrir al oro como refugio seguro. Eso puede hacer que el oro suba mientras que las acciones bajan. Pero fuera de esos momentos, la relación es mucho menos fiable.
Por eso los operadores deben evitar dar por sentado que el oro se moverá automáticamente en sentido contrario a las acciones. La idea de que «siempre es inverso» es un mito.
La relación entre el oro y el S&P 500 no es fija. La mayoría de las veces, la correlación se mantiene cerca de cero. Pero en determinadas condiciones del mercado, se vuelve negativa de forma muy acusada. Suelen ser momentos en los que domina el miedo y los inversores buscan seguridad.
El oro suele mostrar su función de cobertura cuando los mercados están bajo presión. En tiempos de crisis, los inversores reducen su exposición a las acciones y se decantan por activos más seguros. Este flujo puede hacer bajar el S&P 500 y subir los precios del oro.
Tomemos como ejemplo la crisis financiera mundial de 2008 y la crisis provocada por la pandemia en 2020. En ambos periodos, el oro subió mientras que las acciones se vendieron.
Varias fuerzas determinan la forma en que el oro y el S&P 500 se mueven en relación entre sí. Estos factores suelen ser más importantes que la propia cifra de correlación.
Los operadores deben seguir de cerca estos factores en lugar de basarse en una regla «inversa» fija.
El papel del oro depende del horizonte temporal. Para los operadores, puede pasar rápidamente de ser un activo de cobertura a uno de riesgo. Para los inversores con horizontes más largos, la atención se centra en la diversificación. La clave es ver el oro como una herramienta flexible, no como un opuesto fijo a las acciones.
A largo plazo, el oro y el S&P 500 muestran patrones de rendimiento muy diferentes. Las tablas siguientes comparan el rendimiento en periodos de 25, 10 y 5 años. Se puede observar cómo el oro suele brillar en ciclos más largos, mientras que las acciones ofrecen una capitalización más estable.
|
Period |
S&P 500 Return % |
Gold Return % |
Ratio (S&P ÷ Gold) |
|---|---|---|---|
| 2000–2025 | 325.45% | 1266.06% | 0.26 |
| 2015–2025 | 174.89% | 253.11% | 0.69 |
| 2020–2025 | 49.52% | 97.42% | 0.51 |
¿Es el oro una cobertura fiable cada vez que caen las acciones?
No. El oro suele actuar como cobertura en períodos de crisis, pero la relación no es constante. Fuera de situaciones de tensión, la correlación puede ser débil o incluso positiva.
¿Por qué subieron juntos el oro y las acciones en 2024 y 2025?
Ambos activos se beneficiaron de los rendimientos más bajos, la liquidez de los bancos centrales y las expectativas de una política más flexible. En esas condiciones, el oro se comporta menos como un refugio seguro y más como un activo sensible al crecimiento.
¿El oro y el S&P 500 están inversamente correlacionados?
En realidad, no. La correlación media a largo plazo es cercana a cero, lo que significa que no existe una relación negativa permanente.
¿Qué deben tener en cuenta los operadores al negociar con oro frente a las acciones?
Centrarse en los rendimientos reales, el dólar estadounidense y las orientaciones de los bancos centrales. Estos factores explican más que la propia cifra de correlación.
¿Afecta la volatilidad del VIX a la correlación entre el oro y las acciones?
Sí. Cuando el VIX se dispara, aumenta la aversión al riesgo. En esos periodos, el oro suele fortalecerse mientras que las acciones se debilitan, lo que aumenta la posibilidad de una relación negativa.
¿Puede el rendimiento sectorial del S&P 500 cambiar su relación con el oro?
Sí. Por ejemplo, las fuertes subidas tecnológicas pueden romper el patrón inverso si la liquidez respalda tanto a las acciones de crecimiento como al oro.
¿Cómo se comportan las correlaciones intradía en mercados volátiles?
Pueden oscilar bruscamente en cuestión de horas. Los operadores suelen ver cómo los futuros del oro y de las acciones se mueven juntos al abrirse el mercado, y luego divergen cuando se publican titulares o datos macroeconómicos.
¿Es estable la correlación entre el oro y el S&P en todas las divisas?
No. La correlación puede parecer diferente si se miden los rendimientos del S&P en euros o en yenes. Los efectos de las divisas pueden distorsionar la relación entre el oro y las acciones.
¿Pueden las posiciones apalancadas amplificar la correlación percibida?
Sí. Los flujos de futuros y opciones pueden exagerar los movimientos. Por ejemplo, una fuerte cobertura con futuros de oro puede crear breves ráfagas de correlación inversa más fuerte frente a los futuros de acciones.
¿Las compras de oro por parte de los bancos centrales alteran la correlación con las acciones?
Pueden hacerlo. Las compras a gran escala por parte de los bancos centrales añaden una demanda que no está relacionada con los mercados de valores. Este flujo estructural puede debilitar la relación inversa que esperan los operadores.
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